“El hombre es lo
que hace,
con lo que
hicieron de él”.
Ésta es una de las expresiones más
bellas de la filosofía.
Cuando Jean-Paul Sarte (1905-1980) la imaginó nunca pensó
que su idea también podría aplicarse a los efectos del castigo y del dolor del
ser humano por la prisión y el manicomio. Y a la exclusión de la víctima del
proceso.
¿Qué hace el sistema penal con el ofensor cuando sufre la
prisión?. ¿Quién es y qué hace la víctima cuando sólo puede observar el castigo
en el otro y no la reparación?.
La contestación es la deconstrucción. Ir más allá.
Si se traslada aquel pensamiento filosófico a la actual
forma de resolver los conflictos penales, será posible prestar atención a la
especial situación de la víctima, del ofensor y de la comunidad.
El ofensor es estigmatizado, castigado y encerrado en una
jaula.
La víctima sigue alejada del proceso con motivo del robo
del conflicto desde la
Inquisición.
La comunidad no logra reestablecer los vínculos entre las
partes como condición para lograr la necesaria armonización de las relaciones
sociales, que pudieron quebrantarse.
Y así el conflicto no se resuelve.
En virtud de esas posibles respuestas críticas, se hace
necesario realizar esfuerzos creativos para proponer
otros modelos de resolución de conflictos penales, reparatorios y
conciliatorios, basados en la justicia restaurativa.
Para fortalecer el marco teórico de esa propuesta, se
plantea una nueva filosofía política que
cree en el ser humano, en sus potencialidades, en su admirable capacidad para
hacer el bien. En su genialidad para transformar la realidad social. En su
buena fe. Y en su inteligencia para resolver los conflictos sin coacciones.
En cambio, para los criminólogos de la retribución y de la
escuela de la “reinserción social” es más fácil no creer en el ser humano. Y en
cambio adorar así al dios penal representado por la justicia retributiva.
Por ese motivo es oportuno destacar que no es verdad
aquella idea escéptica y desconfiada que considera que el ser humano es
malo por naturaleza. Porque no es cierto que el hombre es el lobo del hombre.
Porque si te hago el bien harás el bien.
De donde surge la necesidad de promover una filosofía que
facilite un especio de diálogo reparador. Y no un lugar de sufrimiento y dolor.
¿Por qué se hace inevitable recurrir a una filosofía no represiva para sostener las
prácticas restaurativas?. Porque parte de la doctrina concibe a la justicia
restaurativa sólo como una filosofía. Lo cual es insuficiente, porque existen
filosofías que no descartan el castigo como reacción.
Se esboza el desarrollo de una filosofía abolicionista que no admite el castigo; por oposición
a la filosofía retributiva propia del sistema penal tradicional que además
prescinde de la reparación.
Se proyecta una filosofía latinoamericana, que sostiene a la vida y hacer el bien al otro como valores centrales de la
comunidad.
Una ética en la cual, causar daño al otro y devolver mal
por mal sean ideas olvidadas.
Una filosofía, no como conjunto de conocimientos, sino como
una forma diferente de acercarse a los
conflictos sociales, con herramientas
pacificadoras, como son la mediación penal en sus distintas formas y la
conciliación para la gestión de la situación problemática.
Porque, además, desde la misma filosofía de la historia puede
verse que los modelos de resolución de conflictos de los pueblos originarios en
América Latina no contemplaron nunca
la tortura ni el encierro.
Porque la prisión nace en la segunda mitad del siglo XVIII
en Europa y fue adoptada por las “Luces” de la derecha criminológica
positivista latinoamericana.
Lo cual se conecta con la necesidad de la descolonización.
Mientras la colonización es ocupar un territorio para dominar a su población,
imponer una cultura vengativa y así despojar la cultura originaria; la
descolonización es lo contrario, esto es, devolver o restituir esa cultura
originaria no represiva.
Deberíamos dejar de ser lo que otros hicieron de nosotros,
con la colonización.
El ofensor debería dejar de sufrir el castigo por ser
contrario a la dignidad humana. Y el Estado no debería ofrecer a la víctima la
venganza como única alternativa.
Se imagina así a la justicia restaurativa como una filosofía de la paz social.
De ahí que los
sistemas penales deben desaparecer y ser sustituidos por otras formas de
solución de conflictos.
Desde esta configuración la justicia restaurativa podría
convertirse en una cuestión identitaria en este margen.
Entonces: ¿por qué se concibe en América Latina un modelo
rehabilitador importado y colonizador basado en una filosofía retributiva de la
represión que no cree en el ser humano, que fue impuesta y que no nos
pertenece?.
Conclusión. La
justicia restaurativa puede ser concebida, entonces, como una filosofía no
represiva. Y cuyo estudio es necesario profundizar. Una filosofía abolicionista latinoamericana fuera del alcance de la
punición. Y que implique un volver a las cosas cotidianas del mundo de la
vida en el cual es posible resolver el conflicto con otra lente, y no con la
pena. La justicia restaurativa como una filosofía
de la resistencia a la opresión para la abolición.
Horacio Zárate
Hola Héctor soy Juan Guillermo Sepúlveda, felicitaciones por el artículo. Hemos constituido la ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE JUSTICIA RESTAURATIVA y quisiéramos compartir contigo nuestros proyecto. Nuestro correo es acjusticiarestaurativa@gmail.com
ResponderEliminarHola Juan. Gracias por tu comentario. Una alegría compartir con Uds. el proyecto al que te refieres. Ahora más que nunca toda América Latina unida. Te escribo al correo. Un gran abrazo.
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