domingo, 12 de octubre de 2014

Ubuntu, abolicionismo penal y justicia restaurativa

“Quiero que las personas que mataron a mi hijo se presenten
porque éste es el momento de la reconciliación.
Quiero perdonarlos, y además tengo un par de cosas que decirles”:

dijo J. Msweli (1996)  en su relato ante la
Comisión de Verdad y Reconciliación de Sudáfrica:
con gran dolor, porque su hijo Simón había sido víctima de tortura, de abuso sexual, mutilado y asesinado como consecuencia de esas torturas.
Pero J. Msweli pudo resistir este martirio.  
(Boraine, A., en: http://www.publicacionescdh.uchile.cl/Libros/18ensayos.html “Reconciliación ¿A Qué Costo?. Los logros de la Comisión de Verdad y Reconciliación” “(de Sudáfrica)”.
                                               


     El ubuntu es una filosofía que le imprimió el marco teórico y práctico de algunos aspectos de la justicia restaurativa en el marco de la Comisión de Verdad y Reconciliación en Sudáfrica (1996), formada con motivo de la era del aparthei, para intentar restablecer el equilibrio comunitario, por medio de la reconciliación, a pesar de los graves crímenes perpetrados durante dicho periodo. Aunque no todas las víctimas perdonaron, se demuestra que la justicia restaurativa es viable en su aplicación también para las conductas criminalizadas graves y para todos los casos.

      Nelson Mandela asumió en aquella realidad social los conceptos del perdón, la búsqueda de la verdad, el encuentro entre la víctima y el perpetrador en un espacio para la catarsis, promoviendo el diálogo, el no castigo y la verdad como reparación. Siendo estas nociones vitales para la formación del paradigma restaurativo, porque además pudieron plasmarse en aquella experiencia histórica. Y esa posición política permitió la abolición del régimen opresivo del aparthei que había perdurado 300 años desde la colonización inglesa.

   Si bien la expresión “justicia restaurativa” es relativamente nueva, su espíritu está estrechamente vinculado a la historia de África bajo la noción del ubuntu (1). Ubuntu es el espíritu de la humanidad y considera que la crianza de un niño es un “tema de toda la ciudad”. De la misma manera que el origen de la justicia restaurativa encuentra el aporte para su formación de algunos elementos teóricos y prácticos en las culturas de otros pueblos originarios de América Latina y de otras regiones.

   Ubuntu es la filosofía de vida que se caracteriza por una especial cosmovisión del mundo porque le asigna importancia a la familia y a la benevolencia hacia los otros miembros de la comunidad como valor humano. Ubuntu es la guía espiritual para asumir una conducta social benevolente. Si te hago mal a ti me estoy haciendo un mal a mi mismo y a la comunidad a la que ambos pertenecemos. Si te hago el bien me hago un bien a mi mismo y a toda comunidad.

    En la época anterior a la colonización muy pocos niños eran abandonados y todos tenían un hogar, pero la huella de la colonización, el fenómeno de la urbanización y el apartheid dejaron su señal y muchos niños abandonados y sin familia saben que aquel espíritu de ubuntu ya no es tan fuerte como antes.

    “La palabra ubuntu es muy difícil de traducir en las lenguas occidentales. Esta palabra habla sobre la esencia del ser humano. Así, cuando se quiere decir de alguien que es una gran persona se dice tiene ubuntu, queriendo manifestar que es generoso, hospitalario, amistoso, compasivo, cuidadoso, comparte lo que tiene. Mi humanidad ha sido percibida; decimos que se es persona a través de otra persona. No es el pienso, luego existo, sino soy humano porque pertenezco, participo, comparto” (2).

     Esa relación basada en el ubuntu es idealmente flexible para una convivencia en armonía. Ahora bien, si ese vínculo se quiebra entre dos personas, entonces cabe restaurarlo por medio de una reparación adecuada. Por ende, la reacción ante el conflicto no debe buscarse en la violencia ni ocasionando un daño al ofensor, sino que debe procurarse curar las heridas de la víctima para restablecer el equilibrio que se hubiese lesionado principalmente entre los afectados, para que de este modo la comunidad pueda recuperar la concordia necesaria para una convivencia pacífica. Porque el ubuntu es la no pena. Es el no castigo.

   Cuando una comunidad reacciona ante un conflicto con violencia y no existe la mínima posibilidad de un espacio para el diálogo y para el perdón, esa comunidad se adjudica como costumbre una estructura de reacción cultural que reproduce los mismos ciclos de violencia que debe evitar. De ahí la perduración del punitivismo como cultura, y de la búsqueda del castigo como única forma de reacción ante un conflicto. Se busca la culpa en el otro. El chivo expiatorio del sistema penal. Se necesita mostrar a “alguien” (algún “culpable”) en muchos casos para “justificar” el encierro como una “lógica” respuesta ante un conflicto.

   En cambio la justicia restaurativa propone un cambio de cultura, y ese cambio debe ser gradual. Y por ese motivo no son suficientes las posiciones denominadas minimalistas ni garantistas, porque sólo legitiman en definitiva la violencia del sistema penal, al limitarse a proponer ciertas precauciones o recaudos formales acerca de cómo aplicar constitucionalmente “mejor” el castigo; o acuden a conceptos abstractos de la pena como “última” ratio, lo cual significa a su vez la consolidación del mismo lugar de violencia que debería eliminarse. Porque se reviste con un ropaje sacramental al verdugo.

    De ahí que es el abolicionismo penal la única perspectiva criminológica que tiene por objetivo central la desaparición del sistema penal y por lo tanto la eliminación del daño, esto es, del castigo como reacción ante un conflicto. Aunque la práctica y la teoría del abolicionismo  penal no se limita a dicho objetivo. Y por ese motivo es legítimo acudir a la justicia restaurativa desde esta posición.

    Porque el concepto de abolicionismo va más allá de su tradición teórica europea, trasciende especialmente en América Latina para concebirse como una representación de pensamiento capaz de cuestionar la cultura de la represión y del castigo, porque el castigo causa dolor inútil al otro. Desde esta posición teórica es posible conectar el abolicionismo penal con la filosofía política del ubuntu, en tanto incluyen la defensa de la dignidad del ser humano.

    Desde esta perspectiva la práctica de la justicia restaurativa podría concebir esa vinculación filosófica en la experiencia del encuentro entre la víctima y el ofensor, para que ambas partes tomen conciencia por un lado sobre qué tipo de reacción o respuesta seria necesita la víctima ante una situación problemática. Y de otro lado el ofensor tomaría conciencia del daño que pudo haber ocasionado. Si ante un conflicto, la necesidad sensata de la víctima es no ocasionar daño al ofensor entonces se podría abrir un camino para la reparación.

    Si la víctima no tiene capacidad para perdonar, entonces no es víctima porque se transforma en una persona vengadora. Si el ofensor está dispuesto a reparar el daño el conflicto podría convertirse en una oportunidad. Y para lograr esto último es vital brindarle a la víctima la posibilidad de esa oportunidad de encuentro para la búsqueda de la verdad y de la reparación.

   En conclusión: ubuntu, abolicionismo penal y justicia restaurativa pueden concebirse así como perspectivas de pensamiento relacionadas de la filosofía política no legitimantes del sistema penal. La correlación propuesta no es una mera regla teórica ni dogmática, sino que procura desmitificar aquella creencia que considera que el abolicionismo penal se limita a criticar el sistema penal sin concebir otras propuestas. Pero además no es adecuado interpelar permanentemente al abolicionismo penal para que elabore alguna propuesta alternativa, porque no tiene esa finalidad, y porque es sabido que las alternativas son en general legitimantes de la violencia y del castigo. Y porque la justicia restaurativa como una de las herramientas políticas del abolicionismo procura sustituir al sistema penal y por lo tanto no podría - no debería - ser una alternativa de éste, ni tampoco implica la “salida” de alguna eventual emergencia. Porque la justicia restaurativa tiene como uno de sus objetivos la transformación de una cultura del castigo y de la venganza en una cultura del diálogo y del encuentro.
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(1). Kemelmajer de Carlucci, A., Aída, Justicia restaurativa: posible respuesta para el delito cometido por personas menores de edad. Buenos Aires, Rubinzal - Culzoni, 2004, pág. 537.
(2). Desmund Tutu , citado por Kemelmajer de Carlucci, A., Aída , en Ob. Cit., pág. 539.

Horacio Zárate